El ciclo menstrual afecta a todos los días de nuestro mes, desde que nos baja la regla, pasando por la pletórica fase de ovulación, hasta la tristeza y apatía del síndrome premenstrual. Esta es la historia REAL de mi menstruación ilustrada.

Son las 3 de la mañana y me acaba de bajar la regla. Me duelen las lumbares. Tengo hambre y a la vez náuseas.
Todo ok.
Me despierto agotada. Las olas de calor y la regla no se llevan nada bien.
He intentado trabajar, pero el dolor es tan intenso que me obliga a sedarme para poder lograr cierta concentración.
Después del ibuprofeno, me animo y voy a yoga. Recomiendan hacer deporte durante la regla para ayudar a paliar los cólicos y generar endorfinas, pero me cuesta realizar los ejercicios más intensos y noto que pierdo fácilmente el equilibrio. Con cada postura siento cómo me desangro y por un momento temo manchar el pantalón. ¿Y qué si lo mancho? Sigo teniendo el estigma de que la sangre ensucia. Se me olvida que es simplemente sangre.

Llego a casa y me encuentro débil. No entiendo cómo en los anuncios de compresas y tampones siempre parecemos tan activas y sonrientes. No es que no hagamos una vida normal cuando estamos con la regla. Tampoco nos queda otra. Pero es difícil estar de buen humor cuando sufres un dolor continuo durante uno, dos, o hasta cuatro días al mes.
Son las 11 de la noche. Antes de meterme en la cama y ponerme otro capítulo de esa nueva serie de Netflix que olvidaré al día siguiente, me tomo otro calmante y voy al baño a cambiarme el tampón.

Mientras me lo quito, me quedo mirando su color rojo intenso. Es bastante estético. Me acuerdo de Red flag de Judy Chicago. La que fue la primera obra de arte menstrual tiene fecha del año 1971. Y en 2018 nos siguen tiñendo de azul nuestra sangre en televisión.