Cristina Portela Forteza
18 abr. 2020 21:19 (hace 18 horas)
para mí
El otro día mi amiga Andrea me preguntó que cómo estaba, que qué opinaba yo del futuro, que qué me imaginaba, que sobre qué estoy pensando estos días, que si había pensado en las cosas buenas o en las cosas malas, que si estoy triste o estoy alegre, que si tenía esperanza. Quiero mucho a mi amiga Andrea. Te habla y te pregunta con una sonrisa enorme en la cara, como si todo lo que le vas a responder vaya a ser algo nuevo o algo tremendamente interesante. Me siento bien con mi amiga Andrea. Ella me pidió que escribiese un texto y yo le dije que es que estaba triste, y cuando estoy triste sólo escribo sobre las cosas tristes. Y ella me dijo que no pasaba nada, que podía explicarlo y luego hablar de las cosas alegres, si quería.
En general, para mí siempre ha sido más sencillo hablar de las cosas tristes. Hay un montón de cosas que están mal y es fácil verlas enseguida. Yo soy de las que escribe cuando las cosas van mal, cuando estoy triste y cuando sufro, porque esa es mi suerte de confesión, mi oración, mi comunicación con un deidad pagana que soy yo misma. Es mi manera de hacer reales los pensamientos (los míos, que son un juego entre ficción, delirio, verdad, náuseas, monólogo, niñez y fantasía), de tocarlos, de darles nombre, y de enfrentarme a ellos.
Siempre he sido de las que observan y escuchan mucho. Desde pequeña, yo en la mesa de los mayores. Ahora que lo pienso, quizás escribo más sobre las cosas tristes porque he conocido a personas tristes. Me refiero a que me he arrimado siempre a los tristes. Y todo podría haber empezado con la mesa de los mayores. Y luego seguir con los hombres por los que sentía compasión. Y luego con los años en los que me sentía separada del mundo por unos centímetros de vacío y de desconocidos. Y luego con mis padres, cuando ellos se convirtieron en desconocidos y me dijeron que todo lo de la mesa de los mayores era mentira. La vida nos acaba dando una buena sacudida y nos rompe el corazón. Es una conclusión lógica en el mundo de los tristes.
¿Os acordáis cuando solo había tiempo para soñar?
Estos días he pertenecido a este mundo de los tristes (los que no cumplen con lo que dicen, los que están azules y fríos, los que sienten cobardía hacia el futuro, los que se mienten a tiros, los que son basura y llantos, los adultos sin juicio). Sí, me he sentido torpe y más en peligro que nunca. Casi separada de mí misma. Sencillamente, no me esperaba que las cosas sucedieran así. Y lo digo por la situación en sí misma, y lo digo por la vida, y lo digo por el tiempo para pensar que me ha dado. Sí, he llorado como una niña pequeña por el fracaso. Porque aunque las cosas vayan mal o vayan bien siempre hay algo de fracaso en mí. Siempre tengo una pequeña cantidad en la recámara para poder tirármelo a la cara. Eso me viene de los tristes. El mundo está en plena catástrofe y yo he llorado por el fracaso.
En realidad, he llorado por mucho más que eso. Como decía, estos días me han dado tiempo para pensar y para pensar en el tiempo. Y me he dado cuenta de que tengo miedo al fracaso, pero también tengo miedo al tiempo. ¿Y cuando somos conscientes del tiempo, el tiempo se convierte en otro tipo de tiempo? No sé si me explico, ¿es este tiempo diferente al pasado? ¿Nos afecta físicamente el tiempo? ¿Y cuando eres consciente del tiempo, te vuelve diminuto? No, en serio, ¿nos afecta físicamente? ¿Nos vuelve diminutos? ¿El tiempo es memoria? ¿El tiempo es amnesia?
Qué agobio, joder. El mundo está en plena catástrofe y yo estoy hablando del tiempo. Pero es que de verdad lo pienso, va a cambiar su significación (¿quizá también su naturaleza?). La vida es limitada y yo no sé cuántas posibilidades hay y yo no sé que hago aquí y yo no sé por qué sigo aquí. Yo me imagino un futuro en el que tendremos más miedo que nunca al paso del tiempo y a quedarnos solos. Que en realidad esos son los dos ingredientes del fracaso. Quizá haya gente que jamás cambie. Quizá haya gente que jamás piense en el tiempo. Quizá haya gente que prefiera estar sola. Quizá me dé terror pensar que el mundo se llene de tristes. Y entonces me veo a mí misma pensando en el tiempo, pensando en el fracaso, llorando como una niña pequeña. ¿Pertenezco, de verdad, a esta basura? Tengo el fracaso dentro de mí y esta preocupación por el tiempo que me taladra. Está bien, es casi imposible deshacerme del fracaso y de los tristes. Entonces Mario me dice que tenemos muchas cosas por hacer. Y me dice que aprovechemos este tiempo, y lo acompaña con un: ¿fuimos acaso en algún momento tan nuestros? Lo ve tan claro. Él siempre dice la verdad. Y él me separa del mundo de los tristes.